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martes, 27 de agosto de 2013

NO APTO PARA ESCÉPTICOS

NO APTO PARA ESCÉPTICOS

One Day by Hans Zimmer on Grooveshark
El silencio sólo de quebranta por el rítmico sonido del respirador, acompasado por el sonidito "piiiiiit-piiiiiiiit- piiiiiit" del corazón del paciente.
El enfermero, visiblemente preocupado, se aproxima al cirujano para saber qué ocurre. Éste se encuentre absorto, con las manos manchadas de sangre e inmóviles, sobre el pecho abierto del paciente. Esboza una sonrisa, a medio camino entre la sorpresa, y la admiración.
Los médicos en prácticas, tras el cristal, constatan cómo el cirujano parece observar la mismísima creación del universo. El veterano enfermero, que todo creía haberlo visto ya, sigue la mirada del cirujano.
Y entonces lo ve.
Y una sensación de plenitud se apodera de él. El aire corrupto de sus preocupaciones cotidianas abandona sus pulmones. Los médicos en prácticas miran el reloj y se preguntan qué diablos pasa.
La operación se ha detenido.
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Por primera vez, el dicharachero adolescente, en la discoteca se queda sin respuesta. Aquella muchacha de mirada clínica le mantiene la mirada aún, directamente a sus ojos. No sabe qué responder a aquello, pero sobre todo, a esa mirada. Tampoco lo piensa. Tan sólo la observa, sintiéndose penetrado por su mirada, mientras ella se recoge el pelo.
De repente, su vida tiene sentido.
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El teléfono de su escritorio sigue sonando. Pero suena muy lejano. Como en un eco. Una voz muy lejana, posiblemente del escritorio contiguo, le apremia para que atienda la llamada. Su móvil personal comienza a deslizarse entre sus dedos, haciéndole imposible terminar de leer el mensaje. Pero sus palabras aún resuenan en su mente.
Como ocurriera con la última pieza de un mosaico.
Su problema ha sido resuelto.
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La cuerda RE aún re-suena en el violín cuando él lo baja sobresaltado. Primero mira sus manos y después a la ventana, tras la cual las cortinas se mecen con la brisa del comienzo de la noche. Su corazón palpita contra su pecho, y como las ola sobre un espigón, golpea la sangre pecho, muñecas, manos, y dedos. Su mirada se pierde en las montañas, y coge una profunda bocanada de aire. Siente que ese instrumento ha sido un espejo: Se ha visto a sí mismo
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Ella vuelve a casa de madrugada, caminando por la acera iluminada por las farolas. Corre un aire fresco y ella lo toma con dulzura. Sus amigos que le acompañaron se alejan por la esquina. Se quita los tacones para sentir el césped y al entrar en el porche mira la luna que tanto miró con sus Amigos. Recuerda que los quiere. Recuerda cómo lo ha pasado esa noche. Y se percata que no recuerda nada más. Como un eco, sólo recuerda cómo sintió dolor, como si la operaran a corazón abierto sin anestesia. Pero ya pasó. La pirata que siempre fue calza de nuevo sus botas, su sable y su sombrero, y camina, a paso lento pero camina, hacia su barco de nuevo, con el que surcará los mares de su vida. Sus amigos le aman con locura.
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FINALE

Camina por la calle de la estación de Águilas observándolo todo. Olisquea el suelo en busca de algo comestible y, al sentir algo, sigue la pista. Y lo encuentra e él.
Sus ojos gatunos observan a ese humano frente a la puerta de la estación. Sigue con la mirada un autobús que se va. Sonríe -qué extraño para una despedida, se podría pensar- y respira profundamente con una mirada eterna. Siente la consumación de una sinfonía silenciosa. Un tsunami de amor altruista y sincero.
El gato sonríe para sus adentros. "Pobres humanos"-piensa- "cuánto les cuesta darse cuenta".
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MORALEJA

Señor Hawkins, señor Higgs, estudiosos del CERN, cesen su homérica búsqueda. Yo la he encontrado. Y tenían razón. Su poder, es apocalíptico. Tiene el poder de transformar corazones un una centésima de segundo.

He encontrado la PARTÍCULA DE DIOS.Siempre estuvo en cada uno de nosotros. En algunas personas, es fácil verla. It's easy if you try.


Dedicado a IRM, MV, a aquellos que te sonríen mirándote a los ojos, a los que habéis estado conmigo, y a la música.

domingo, 11 de agosto de 2013

Fudge Kitchen: Second Round




Poco antes de volver a casa, volví a Fudge Kitchen con la última workawayer que conocería en este viaje, Laetitia, junto a Brett. Deberían darnos una comisión, porque lo visitamos con todos los que conocimos allí!
Una vez más, el local estaba vacío, antes de que -reafirmándose mi teoría- se llenara de gente por nuestra causa.  Según acordó, en cuanto llegáramos empezaría una nueva masa -zurullo para los amigos- chocolate con naranja, casualmente mi masa preferida.
Al llegar Mich nos saludó muy alegre, imagino que el español más efusivo que conoció allí. Además saludé al resto del equipo que no pude conocer antes.  Vendedor nato de su local, nos dió a probar todo el tiempo y nos agasajó cuando pudo, dándonos a probar el chocolate con menta, blanco con nueces, y el resto de delicias que podáis imaginar y leer en su web. Sé que hay más locales por el mundo y EEUU, pero éste es el primero y como el primer beso, siempre se recordará con más cariño -como no podía ser de otra forma, por estar en Mi Escocia-.
Parece increíble como la masa líquida, desparramada por la mesa, va fraguando bajo la tutela de Mich: una vuelta, y otra, estira, recorta, monta de nuevo sobre la masa, vuelte a estirar, recortar, montar de nuevo, así sucesivamente hasta que tenemos nuestro zurullete. Ni que decir tiene que parece que las manos le vuelan mientras la amasa. Cuidado con los  sweet teeth: os derretiréis de ver esa masa caoba deslizarse por la pala del maestro, precipitándose al blanco mármol suave y melosamente una y otra vez. Parecía que en cualquier momento,
Mich modelaría alguna forma en la mesa, algún angelito o algo parecido, con tal de agasajar a su público que cada vez era más numeroso. Iba comentando la jugada a cada momento, sin perder su concentración, y nisiquiera necesitaba usar su potente empatía: todos mirábamos extasiados cómo poco a poco esa masa chocolateada se parecía más y más a las porciones que vendía en su límpido escaparate.

Una vez la masa tiene la consistencia apropiada, comienza a montar el largo zurullete por toda la mesa, sobre el cual le esparce las virutas de naranja. -"Yo no tengo el diente dulce"-explica Mich-"pero no paro de probar todo lo que hago, no sé si es la causa o el efecto".
Antes de trocearlo nos da a probar a todos; yo casi no pillo cacho por estar con la dichosa camarica de fotos, ya que en ese momento disparaba con ella de frente al público, así que le tuve que pedir delante de todos, con la consecuente ola de risas: "Mich, yo también quiero"- le digo con una mueca, orgulloso de mi don escénico- a lo cual me mira con displicencia antes de sonreírme y darme un cachico. En cualquier caso el cachondeo oleaba por todos, así que fue un rato bastante agradable.

Mientras el más jovencico del equipo ya había salido a la calle a atraer más público. El jodío era guapo para ser un chaval, según el canon norteño de ojos claros, tez pálida y perlo rubísimo que nunca me ha chocado demasiado; pero reconozco que llamaba la atención.

El público era en su mayoría gente joven -no especificaré la edad para evitar que los que no pertenezcan al grupo de edad no se me enfaden- y juraría que la mayoría eran noreuropeos; intuyo, por su hablar cómodo y perfectísimo del inglés -
yo me perdí un par de veces en los tecnicismos de la repostería chocolatera- pero todos sonreían y miraban extasiados. Más allá de clichés, el chocolate despierta pasiones, y el ambiente cambió desde que probaron el resultado de tanto trabajo.

Antes de que acabara la mitad de avalanzó sobre el mostrador, y aproveché para preguntar los nombre del resto del equipo y entrar dentro de la zona privada y echar un vistazo al material, la cocina y el almacén.






En ese momento no llevaba suelto, y temí irme de vacío,pero le prometí que volvería antes de volver a casa a llevarme un buen surtido para mi familia. Desgraciadamente aquella mañana de recados no tuve tiempo, así
que de seguro será el primer sitio que pise al volver a Edimburgo a llevarme lo prometido.











Encontradlos en la web en http://www.fudgekitchen.co.uk/ o en Facebook. Se puede comprar online aunque sinceramente, nunca lo he probado desde España...



No repartí tarjetas porque ya lo hice la primera vez que nos conocimos, pero sí les recomendé Águilas y les señalé con un dibujo improvisado de España -ni Magallanes lo hubiera esbozado mejor, oiga- dónde se encontraba mi maravillosa ciudad. Quizás intuyó que no podría volver antes de irme, o le emocionó mis magno discurso de mi lugar de procedencia, pero me regaló mi último pedazo de chocolate a la naranja que comería en el viaje. Sonrió viéndome alejarme pegándole un bocado digno de quien no ha desayunado, lo que me hizo pensar que probablemente lo que buscaba era callarme de una vez...